Eva Schloss es sobreviviente del Holocausto. Es esposa, madre, abuela, hija, hermana, amiga. Es una mujer que con esperanza y fortaleza logró sobrevivir el horror del nazismo. Y hoy dedica su vida a educar, alrededor del mundo, sobre la importancia de la tolerancia y el respeto por la diferencia. La resistencia que hizo que pudiera sobreponerse a cada día de sufrimiento, es la misma que hoy se puede ver en su mensaje, que a través de los años, nos ayuda a mantener viva la memoria.Eva y Ana, antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, eran vecinas y amigas. Eva es sobreviviente de la Shoá y como Ana, vivió escondida y fue deportada. Al regresar a Amsterdam, tras haber perdido a sus familias, la madre de Eva, Fritzy, y Otto Frank decidieron mantenerse unidos y unos años después se casaron. Eva es la hermanastra póstuma de Ana y trabaja activamente transmitiendo su testimonio para conservar la memoria, y reflexionar sobre el pasado. Tenemos el honor de contar con su presencia en el día del primer aniversario del Centro Ana Frank Argentina, el próximo 12 de junio. Aquí les dejamos la historia de Eva y Fritzy y sus encuentros con la familia Frank. Sus orígenes. Eva nace, como Eva Geiringers, en 1929 en Viena, en el seno de una familia judía austríaca, con un gran sentimiento de pertenencia al país. Su padre era zapatero, su madre y hermano tocaban el piano. Pero los años de la familia Geiringers en Austria iban a ser pocos. Cuando Hitler invade este país en marzo de 1938, la vida para los judíos se torna imposible. La familia decide mudarse a Bélgica, donde pasan un corto tiempo, hasta finalmente instalarse en Ámsterdam, en frente de la casa de la familia Frank. Es en este momento cuando Eva conoce a Ana, sin saber que sus vidas iban a permanecer siempre conectadas. Entre 1940 y 1942 Eva vio a Ana casi todos los días; eran vecinas y jugaban en la calle, como tantos otros niños lo hacían. Tenían casi la misma edad, pero Eva recuerda que Ana era más madura y parecía siempre saber lo que quería. Ya estaba interesada en moda, en cine y hasta en chicos; reía constantemente y solía ser el centro de atención. “Éramos amigas”, recuerda Eva años después. También recuerda a Otto, que hablaba con ella en alemán, porque su holandés no era todavía del todo bueno. Pero estos días de alegría terminaron para todos. Así como sucedió para la familia Frank, los Geiringers también decidieron esconderse luego de que a Heinz, el hermano mayor de Eva, le llegara la citación para ser llevado a un campo de trabajo. Clandestinidad y campo de concentración. Eva, Heinz y sus padres, Erich y Fritzy, se escondieron en Ámsterdam en diferentes lugares, gracias a la ayuda de diversas personas. Finalmente, una de ellas los delató a la policía nazi en mayo de 1944 y fueron trasladados a Westerbork, el campo de trabajo al que deportaban a los judíos holandeses. Eva recuerda los días de clandestinidad como muy duros, no sólo por los constantes cambios de lugar sino porque los nazis pudieron haberlos descubierto en numerosas oportunidades. No tenían comida, y la vida era incómoda y monótona. En el séptimo lugar en donde permanecieron escondidos ya ni siquiera estaban todos juntos. Sólo estuvieron aquí Eva y su madre Fritzy. La familia volvió a reunirse en el tren que los trasladó a Westerbork, y luego de la estadía en este campo, fueron llevados a Auschwitz-Birkenau, en donde nuevamente volvieron a separarse. Ésta fue la última vez que Eva vio a su hermano. Logró escabullirse en el campo para ver a su padre algunas veces, pero esto fue todo. Ambos, el padre y el hermano, murieron en el camino a Mauthausen. A pesar del apoyo de su madre y la protección que ésta trataba de brindarle a su hija en condiciones de tanta adversidad, Eva sufrió en el campo enfermedades, hambre, frío, desesperación, humillaciones. Sin embargo, afirma nunca haber perdido las esperanzas, sentimiento que hoy transmite en cada una de sus palabras, así como lo hizo Ana en su diario. En enero de 1945 el ejército ruso libera Auschwitz-Birkenau encontrándose con imágenes desoladoras. Eva y su madre habían logrado sobrevivir. La vida luego de la guerra. En mayo de 1945, Eva y su madre Fritzy logran regresar a Ámsterdam. Para ellas los primeros años fueron de intenso sufrimiento, por la pérdida de la familia y por el daño irreparable causado por los nazis. También Otto había sobrevivido y logrado volver a Ámsterdam. Y en así que entra en contacto con el diario que su hija Ana había escrito mientras estuvieron escondidos y que la fiel Miep Gies había conservado. Eva recuerda que Otto, quien había sido su vecino, fue a visitarlas con la terrible noticia de que su familia entera había muerto en manos de los nazis. Pero a los pocos días regresó con el diario, que para él fue un respiro entre tanta tristeza, una razón para vivir. A partir de ese día, Otto permaneció muy unido con Eva y su madre, ayudándose mutuamente. En 1951 Eva se mudó a Londres para trabajar allí como fotógrafa, y un año después se casó con Zvi Schloss, cuya familia también había sido refugiada en Alemania. Tuvieron tres hijas, que Otto cuidó y quiso como si fueran sus propias nietas. En 1953, un año después del casamiento de su hija, Fritzy y Otto también contraen matrimonio y permanecen juntos durante 27 años, hasta el fallecimiento de Otto en 1980. Eva recuerda que eran una pareja muy feliz, que lograron salir de la soledad y la desolación y convertir sus vidas en esperanza para muchos. Realmente se dedicaron a trabajar con el diario, que eventualmente fue traducido a muchísimos idiomas, a recibir y contestar cada una de las cartas que la gente les mandaba. Esto era su vida. Para Eva, como para muchos sobrevivientes del Holocausto, fue enormemente difícil hablar de lo que había vivido. Pero hacia 1986, cuando una muestra itinerante sobre Ana Frank llegó a Londres, Eva comenzó a contar su historia, convirtiéndose en una activa luchadora por la educación sobre lo ocurrido durante el Holocausto y la difusión de un mensaje de tolerancia, respeto y humanitarismo. Fue nombrada Dra. Honoris Causa por la Universidad de Northumbria en Inglaterra, recibió un diploma de honor como Doctora en Educación por la York St John University y pasó a formar parte del Anne Frank Educational Trust U.K. Asimismo fue honrada por la American House of Representaives, por su trabajo en educación con jóvenes y en 1999, junto con el Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan firmó la Declaración de Paz de Ana Frank. Eva también recibió, en diversas ciudades norteamericanas como San Francisco, Atlanta y New Orleans, el título “Freedom of the City”, honor otorgado a aquellos miembros de la comunidad que brindan un servicio o trabajo heroico. Escribió dos libros contando su historia, ofreció infinidad de testimonios a cada uno que quiso escucharla y presentó las obras de su hermano Heinz, quien había sido un artista plástico y había escondido sus obras debajo de los pisos de los escondites en los que pasaron los días de clandestinidad. Incluso una obra de teatro donde se cuenta la vida de Eva Schloss fue realizada. En nuestro día, 65 años luego del fin de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, testimonios como el de Eva contribuyen a conservar la memoria, a reflexionar sobre el pasado, para cuestionarse el presente y construir un futuro libre de discriminación.
Nanette Blitz Konig, amiga de Ana Frnak, sostiene un retrato de juventud "Nanette Blitz Konig –Nannie, como la llamaban entonces–, una de sus compañeras de clase. Esta foto se encuentra en su casa de São Paulo (Brasil), donde reside desde los años cincuenta. Nanette lo archiva todo cuidadosamente: retratos, documentos, el número de identificación que los nazis le asignaron e incluso la carta que Otto, el padre de Ana Frank, le envió antes de visitarla en el sanatorio donde se recuperaba tras la guerra. "Ni Ana ni yo tuvimos adolescencia, pasamos de niñas a adultas; de estar juntas en clase, a ser deportadas en un campo de concentración. Sobrevivimos como el resto, en pésimas condiciones de vida". (...) Su padre, gerente en el Banco de Ámsterdam; su madre, nacida en Kimberly (Sudáfrica), y su hermano, todos ellos fueron deportados a campos de concentración. Jamás regresaron. (...) En mayo de 1940, las tropas alemanas ocuparon Holanda, que cinco días más tarde capituló. El antisemitismo latente se transformó en una implacable persecución. En Holanda, antes de la guerra había unos 140.000 judíos. De ellos, unos 100.000 fueron deportados y regresaron poco más de 5.000. Nanette explica: "Las personas denunciaban por dinero; hoy nadie quiere acordarse. Solo una minoría de holandeses ayudó a los judíos. La resistencia representaba el 1% de la población. Tuvieron mucho coraje porque algunos serían deportados o fusilados". Los profesores y trabajadores públicos judíos fueron obligados a dimitir a finales de 1940, como hizo el padre de Nanette. El objetivo era destruir la colonia holandesa judía, que a partir de marzo de 1941 fue obligada a registrarse. Prohibieron las bicicletas, el transporte público, la asistencia a los cines, parques y otros espacios compartidos. La población debía permanecer en casa entre las ocho de la noche y las seis de la mañana, y finalmente los judíos fueron obligados a depositar sus bienes en un banco confiscado. Debían identificarse públicamente con una estrella amarilla de tela con la palabra judío en el centro, la misma que Nanette aún guarda en su casa de São Paulo. a los directores de escuela les obligaron a declarar el número de estudiantes judíos, lo que conllevó la creación de 25 escuelas solo para ellos. En una de ellas coincidieron Ana y Nanette. Compartieron clase entre octubre de 1941 y julio de 1942, cuando la familia Frank desapareció para esconderse. Menos de un año fue tiempo suficiente para entablar una relación de colegas. "Entré con 12 años y salí a los 14. Ana y yo veníamos de barrios distintos. No éramos íntimas, cada una tenía su grupo. Ella era muy viva, extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos. Y su pelo… puedo imaginar el trauma que debió de suponer verse en el campo de concentración sin aquel cabello tan preciado, con aquel aspecto tan debilitado…". (...) "No se hablaba de religión y el deporte estaba prohibido. Teníamos el máximo cuidado para no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontecía en casa: nunca sabíamos quién estaba de qué lado". para evitar la deportación inminente de la hermana de Ana Frank, Margot, en julio de 1942, Otto, el patriarca, decidió acelerar algo que había gestado con ayuda de algunos empleados: su huida. La familia pasaría dos años escondida en la parte trasera de una empresa colindante a los canales de Ámsterdam. Un chivatazo de un informador no identificado guió a la policía de seguridad hasta allí. Lo revolvieron todo, sustrajeron las joyas y otros objetos, pero dejaron desperdigados algunos álbumes de fotografías y papeles, entre los que se encontraban los escritos de Ana. Una empleada los recogió y, tras la guerra, se los entregó a Otto, único superviviente de la familia Frank. En septiembre de 1943, cuando los Frank aún permanecían ocultos, la familia Blitz Konig fue detenida. Nanette lo describe con emoción: "Aún puedo escuchar los golpes en la puerta, los gritos, el desconcierto… es algo que no se transmite, la deshumanización… Entraron dos hombres de la Gestapo que gritaban Schnell, schnell! [rápido, en alemán]. Golpeaban la puerta salvajemente. Tuvimos que salir a empujones". Los condujeron en un tren común hasta el campo de transición de Westerbork, al noreste de los Países Bajos, de donde cada semana deportaban a unos 2.000 judíos en vagones de ganado hacia los campos de exterminio de Polonia. En febrero de 1944, la familia sería trasladada de Westerbork a Bergen-Belsen en un convoy destinado al intercambio de judíos por prisioneros de guerra alemanes. Por este motivo no le asignaron un número ni le raparon el cabello ni le dieron un traje de rayas. Sin embargo, sufrió el maltrato y las condiciones de vida del campo. "Así me salvé de ser llevada a Ravensbruck. En Auschwitz, la línea de la muerte se situaba en los 15 años; por debajo de esa edad las mataban. No había niñas. Por suerte, Ana había cumplido esa edad". La vida en el campo era una constante lucha por la supervivencia: letrinas inmundas, condiciones insalubres, piojos, hambre, enfermedades, frío, horas de pie durante el appel (recuento de presos), a la intemperie… Nanette recuerda que en un appel se enfrentó al temido Joseph Kramer, el comandante del campo de Bergen-Belsen, cuando quiso sacarla de la fila y ella se negó. Tuvo miedo de los perros entrenados para despedazar a los presos, pero escapó a salvo. También guarda en su memoria el impacto que le causó la segunda ocasión en que peligró su vida: "Era hacia el final de la guerra, cuando un día me sacaron de la fila para que fuera a buscar agua. El guarda me apuntó con su arma directamente, me quedé inmóvil sin mostrar miedo alguno. Parece que eso no le gustó demasiado, no le divertía y decidió no dispararme". El padre de Nanette murió en Bergen-Belsen el 24 de noviembre de 1944. Un mes más tarde, su hermano sería deportado al campo de Oranienburg, en Alemania, donde falleció nada más llegar. Su madre fue transportada un día después hacia Magdeburg, cerca de Beendorf, donde trabajó esclavizada en una mina de sal a 700 metros bajo el suelo para fabricar piezas de aviones. No sobreviviría, pues antes de la liberación, en abril de 1945, moriría en un tren que transportaba a 2.000 mujeres a Suecia. A partir de diciembre de 1944, Nanette se quedó sola en Bergen-Belsen, dividido en varios campos diferentes. Ella estaba en el campo 7 de mujeres y, desde la alambrada que las separaba, vio varias veces en el número 8 a Ana Frank, que llegó procedente de Auschwitz en noviembre de 1944. Cuando en febrero de 1945 eliminaron aquella alambrada, Nanette fue a buscarla. "Fui la única de la clase que se reencontró con Ana en Bergen-Belsen poco antes de morir, tal vez un mes antes. Casi no nos reconocimos por nuestro aspecto; ella estaba muy debilitada, casi reducida a un mero esqueleto, muerta de frío, envuelta en una manta raída, no aguantaba los piojos, no sabía cómo resistir… Conseguí abrazarla. Jamás olvidaré el reencuentro". (...) "Al final, los crematorios de Bergen-Belsen no daban abasto. Los ingleses se encontraron con montones de cuerpos. Aquella noche, la muerte seguía rondando. Había una forma peculiar de roncar que denotaba si alguien iba a morir…". Nanette sobrevivió de milagro, con solo 30 kilos de peso. Enfermó de tuberculosis y tifus contraídos en el campo y entró en coma. Gracias a la acción de un mayor del ejército británico, fue trasladada en avión a Eindhoven, al sur de Holanda, para ser internada en un sanatorio cerca de Harlem, Santpoor, donde permaneció unos tres años. En octubre de 1945 recibió una carta de Otto Frank en la que le preguntaba si podía recibir visitas. Todavía hoy guarda esta carta en su archivo. Otto le explicó que tenía el diario de su hija y que quería publicarlo: "Me contó que había partes muy críticas de Ana con su madre, decía que sus padres no eran románticos… Pero, claro, el clima no estaba para romanticismos… Otto extrajo aquellas páginas del libro. Me preguntó qué opinaba, pero yo no opinaba nada, tenía 16 años. Aquellos ataques de Ana a su familia me parecían propios de una adolescente, no eran imprescindibles para un libro centrado en los nazis y sus acciones contra los judíos
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