domingo, 17 de julio de 2011

'Si los muertos no resucitan'





La novela de Kerr es un ejemplo fantástico de esto. La sociedad a la que radiografía espléndidamente, es la sociedad alemana que se adentra en el nazismo, exactamente el Berlín de 1934. No creo que haya muchos documentales, informes, ensayos, que puedan descubrir y describir mejor el nazismo en su etapa de crecimiento en el país, como Si los muertos no resucitan. Contarnos su perfil cotidiano, sus comportamientos naturales, su visión del mundo.

En la primera de las dos partes bien diferenciadas, Bernie Gunther trabaja de investigador privado de un hotel, el Adlon, tras haber abandonado la policía criminal alemana, la KRIPO, por no sentirse a gusto haciendo ese trabajo en el momento en que el espacio del país lo comienzan a ocupar las SA y las SS, y por haberse negado a abrazar al nazismo. Gunther es ya un detective mítico. Gunther es un cínico, es un valiente ser humano, una persona de principios por mucho que lo disimule y que acepte algunas reglas que no tiene más remedio que aceptar si quiere seguir viviendo en esta sociedad, si quiere seguir viviendo, un hombre subyugante, lúcido, defensor de las causas perdidas, etc.

Él y una periodista norteamericana, Noreen Charalambides, que investiga para informar del racismo imperante en Alemania para favorecer un boicot estadounidense a los Juegos Olímpicos de 1936, descubren una sucia trama económica en la que intervienen altas instancias nazis y empresarios americanos, amén de los responsables americanos y alemanes de las respectivas actuaciones de sus países en los Juegos, trama regada con cadáveres que no son sólo judíos sin importancia, sin nombre.

Pero lo sustantivo de la novela es el recorrido por las calles de aquel Berlín, conocer a las gentes de entonces, detectar el miedo, confirmar los valores en los que se sustentaba el que iba a ser un régimen de terror, esparcido como una mancha imperial por el globo terráqueo.

Y luego hay una segunda parte, casi sin conexión con la primera, en la que aparecen de nuevo dos de los personajes importantes de la anterior trama, Noreen y el empresario americano más favorecido por la trama de corrupción que merodeaba os Juegos, y más criminal; y por supuesto nuestro querido, ya para siempre, Gunther. Es La Habana donde se reencuentran estos tres personajes. Gunther fugitivo, el mafioso Max Reles dueño de un fastuoso hotel-casino, amigo y socio del dictador Batista, y ella, convertida ya en escritora, ahora colaborando con la guerrilla de Fidel Castro, viviendo de prestado en la casa de Hemingway.

La misma historia, con algunos cambios, sobre todo de colores y olores, pero no de esencia. Porque también es una dictadura, pero también en lo que se presupone que se avecina. Gunther vuelve a estar en su sitio aunque, quien sabe, tal vez quede atrapado por su propia iniciativa, atrapado en la isla y atrapado en el dolor por un amor que, ya, no es correspondido.

Kerr se ha merecido el Premio, no me cabe duda, y se ha ganado un fuerte aplauso de los que lean esta impecable novela, seguro.

Philip Kerr, nacido en 1955 en Edimburgo y residente actualmente en Londres, estudió derecho en Birmingham, pero pronto lo abandonó para dedicarse a la publciidad y, luego, al periodismo y la literatura. Es autor de la famosa serie protagonizada por su detective Bernie Gunther Berlín Noir (Violetas de marzo, Pálido criminal, Réquiem alemán, Unos por otros y Una llama misteriosa).

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