miércoles, 28 de diciembre de 2011

El violí d'Auschwitz.


















El Holocausto nunca se debe volver a producir" son las inteligentes palabras que Barak Obama pronunciaba este mismo año en el homenaje a las víctimas del Holocaust, sucedido hace ya 65 años.
El tesón contra el olvido del Holocausto lo encarna el "violinista de Auschwitz", Jacques Stroumsa, de 97 años, un judío sefardí pequeño de estatura pero con enorme memoria de la ignominia. En el campo de la muerte perdió a su mujer embarazada de ocho meses, a sus padres y a sus hermanos. Ingeniero electrónico de profesión y violinista de vocación, Stroumsa fue deportado con 31 años desde la floreciente Salónica, la "Jerusalén de los Balcanes", al "campo de la muerte" de Birkenau, al sur de Polonia, adonde llegó el 8 de agosto de 1943 y de donde salió el 8 de agosto de 1945.
"Después de la primera noche nos agruparon. Eramos unos 700 y nos preguntaron: "¿Quién toca un instrumento? Y yo pensé: Estos son tontos. Aquí es el infierno y nos piden música", explica. "Pero mis compañeros me susurraban... Jacques, Jacques, diles que tocas el violín. Sería bueno para todos". Y así y tras un tortuoso diálogo con el oficial alemán, Stroumsa pasó a deleitar a sus captores con melodías de Mozart, de Beethoven, de Schubert o de Wagner "porque los alemanes son músicos en el alma". A Stroumsa, con tatuaje en el brazo número 121.097, le salvó su violín y su grandeza moral.
Basándose en esta realidad, Mª Àngels Anglada escribió en el año 2007 "El violí d'Auschwitz" una novela dolorosa, la historia de un violín que fue creado en medio del horror. Aún siendo durísima, transmite sin embargo, la esperanza en el género humano, en la salvación por el arte, en la hermosura y el trabajo.
Daniel es un luthier judío de Cracovia que sobrevive en el infierno del campo de exterminio de Auschwitz trabajando de carpintero. Sus condiciones de vida son infrahumanas, y los abusos, los castigos y la muerte son compañeros habituales de los reclusos como él. A raíz de un accidentado concierto, el comandante del campo, Sauckel, que es aficionado a la música clásica, descubre el verdadero oficio de Daniel y decide ponerlo a prueba: tendrá que construir un violín que tenga un sonido perfecto. Daniel se pone manos a la obra, sabedor de que la gran pasión de su vida es ahora también su única salvación.
El violín de Auschwitz es una pequeña obra maestra que se lee con el corazón en vilo, una historia conmovedora que proclama la pervivencia de la dignidad humana incluso bajo las circunstancias más brutales.
Escuchando la "Follia" de Arcángelo Corelli que aparece en el libro, aún se me escapa alguna lágrima...

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