martes, 13 de diciembre de 2011

No digas nunca que esta senda es la final”. Autores: José Oksenberg, Willy Weisz y Heidi Behn


No digas nunca que esta senda es la final”. Autores: José Oksenberg, Willy Weisz y Heidi Behn. Edición Mokka. Viena, 2009
El libro es una documentación bilingüe (castellano y alemán) de fragmentos de testimonios de sobrevivientes judíos, que hoy viven en Chile. Relata el acompañamiento de los sobrevivientes judíos en el vivir cotidiano de su vejez. Algunos son residentes del Hogar “Villa Israel” en Santiago y otros viven con sus familias en las ciudades de Santiago, Valparaíso y Concepción.
Este proyecto comenzó en 1998 y duró hasta 2008. Fue una iniciativa del Departamento de Rehabilitación del Hogar “Villa Israel”. El fundador y director de este departamento, José Oksenberg, desarrolló a través de los años un concepto de rehabilitación integral del residente adulto mayor, incluyendo esta nueva perspectiva en el área de la rehabilitación.
La vejez del sobreviviente es distinta. Vuelven las imágenes de la Shoá con la creciente pérdida de control sobre su cuerpo, experiencia de guerra, pérdida de seres queridos, pérdida de su casa al ingresar al hogar, dolores en cuerpo y alma. Ahora no hay fuerzas para reprimir esas imágenes.
Una sobreviviente de Viena me dijo en Santiago de Chile en enero de este año: “La verdadera historia de mi vida, la relatan las pesadillas de mis noches de insomnio”. La Shoá pareciera ser como una sombra que siempre los acompaña tanto de día como de noche.
Sentí que muchos de ellos necesitan de una compañía que comprenda su situación, que comparta su diario vivir, que se gane su confianza y alivie algo de su soledad tan especial. La experiencia vivida en la Shoá los lleva a vivir en un planeta lejos de nosotros y eso significa una soledad infinita.
Aquí no valen los 45 minutos de una consulta, los relojes funcionan de otra manera. Muchas veces significa acompañarlos en la noche, cuando no pueden dormir o estar en silencio con ellos en la pieza (a veces el silencio profundo no permitía ninguna pregunta ni palabra más), ir al cementerio a visitar un ser querido, asistir con ellos al servicio de Shabat en la sinagoga del Hogar, conocer a sus familias, compartir con ellos las fiestas tradicionales, tambien enviar una “señal de humo” en caso de viajar al extranjero.
Es un vínculo comprometido, como lo define la psicoterapeuta chilena Elizabeth Lira. Eso quiere decir que yo estoy comprometida con el sobreviviente y su historia.
Aquí no se trata de recolectar la mayor cantidad de datos posibles, se trata de acompañarlos y estar atenta a sus necesidades y a sus recuerdos que afloran muchas veces a la superficie sin poder controlarlos. Otros recuerdos están congelados para siempre en el sótano de sus almas, como lo relata el autor y sobreviviente israelí, oriundo de los Cárpatos, Aharón Appelfeld, que define el recordar como “una dura lucha contra el olvido”.
Cada sobreviviente recuerda a su manera, cada uno tiene su verdad personal. El alma y el cuerpo recuerdan y nos enseñan quienes somos y de donde venimos.
Appelfeld escribe en su biografía “La historia de una vida”: “En un momento sentí con mucha claridad que el mundo (Czernowitz y los Cárpatos) que dejé atrás: mis padres, mi casa, nuestra calle y la ciudad siguen viviendo en mí, con unas raíces muy profundas. Todo lo que me sucedería ahora y en el futuro, tiene y tendrá relación con ese mundo de mi infancia. Cuando comprendí esto, ya no me sentía más un huérfano, sino un ser humano con su lugar en el mundo”.
El círculo de vida comienza en el lugar de nuestro origen y termina allí, de ahí que es tan importante tratar de trabajar la relación con el lugar de nacimiento, de la infancia y a veces tambien de la juventud. La relación es ambivalente, llena de amor y nostalgia pero también llena de tristeza, duelo y dolor. Cada uno la desarrolla a su manera y con su verdad biográfica. Logrando comunicarse con las partes positivas de este espacio, existe la posibilidad de acercarse un poco más a la paz interior, tan necesaria para morir tranquilos e ir al encuentro de los padres y los abuelos.
El recordar puede dar mucha energía, pero tambien es muy duro y agotador. Es como estar ahí nuevamente, surgen las mismas emociones.
Durante nuestros “encuentros” aprendimos que era necesario fortalecer los recuerdos positivos, las habilidades desarrolladas en el transcurso de la vida, enfatizar las alegrías, el escuchar juntos la música escogida por ellos, trabajar juntos en la biblioteca, leer los textos significativos para ellos, estudiar las fotos antiguas, tomar café juntos, etc. Es decir, “la cultura de la vida” nos ayudó a equilibrar las sombras del pasado.
Considerando sus recuerdos visible e invisibles de su lugar de origen, junto a José Oksenberg desarrollamos el proyecto del puente cultural judío entre Chile y Europa, con la meta de traer a Chile su cultura de origen y fortalecer los recuerdos respectivos.
Tambien era importante de mostrar que el Hogar “Villa Israel” tiene un compromiso con la cultura de origen de sus residentes, de fomentarla, para que no se olvide, y respetar la biblioteca con los libros de los sobrevivientes, que ellos trajeron en sus maletas de refugiados y que ahora los acompañan en el Hogar.
Este un libro de la memoria y de la esperanza; los recuerdos de los sobrevivientes son fragmentos y algunos temas son demasiado íntimos y “quedaron en sus corazones”, tal como lo pidieron ellos.
Los temas del libro son: la relación ambivalente con el lugar de origen, la identidad con sus distintas lealtades, las lenguas, la relación con Israel, estrategias de sobrevivencias y el puente cultural judío.
La obra se encarga también de la presentación de algunos sobrevivientes en general, describiendo su edad a la llegada y el lugar de origen.
Heidi Behn

No hay comentarios:

Publicar un comentario